domingo, noviembre 16, 2003

Orgullo

Mañana tengo reunión con su abogado, y no tengo claro que actitud tomar con él. Supongo que ha sido el que le ha metido a ella la idea de que es posible que yo esté mintiendo sobre lo que cobro en el trabajo. Hace días me pidió copia de las nóminas, de la declaración de hacienda y mi contrato de trabajo. Se lo pasé todo, menos el contrato porque no lo tengo (por escrito). Ya sé que va contra la idea preconcebida de que los que mandan en una Empresa tienen unos contratos de muchas páginas con multitud de claúsulas, pero todos no somos Mario Conde o Corcóstegui...

Cuando el otro día ella me sacó ese tema mi primera intención fue echarlo todo abajo, negarme a tramitar la separación de mutuo acuerdo, provocar que ella -con su abogado- me demande y que el juez indague oficialmente en la Empresa sobre lo que cobro y sobre la posible existencia de todas esas prebendas, blindajes y no se qué otras cosas que según parece yo debo de tener pactadas. Para que no tengan que fiarse de mi palabra, para que resplandezca la verdad, y que la duda con la que se me ha manchado se revuelva contra sus autores.

Me marché de casa la otra mañana con esa idea, ofendido de que se llegara a pensar eso de mi. Agraviado.

Herido en mi orgullo; eso es de lo que me di cuenta al cabo de unas horas (otra mañana improductiva, mirando la pantalla de ordenador). Es orgullo herido.

En las últimas semanas me he encontrado en la blogosfera varios post haciendo referencia a los 7 pecados capitales. Yo mismo empecé uno que he dejado incompleto como draft en el Blogger sobre el tema (tal vez lo retome hoy mismo). No se si se puede equiparar Orgullo y Soberbia, pero de no ser así los dogmáticos del cristianismo se olvidaron de castigar esta lacra que tanto daño hace a las relaciones personales, y sobre todo a las de pareja.

No quiero ese orgullo conmigo. Pero hay que tener una gran templanza, serenidad interior y autocontrol para saber identificarlo, desenmascararlo y echarlo fuera de ti.

Veremos que pasa mañana.