Otras batallas
20 años de miserias se desparraman por la mesa de la cocina a la hora del desayuno.
Como en el Risk, el ejercito de incomprensiones, afrentas, silencios, obcecaciones, y desatenciones avanza implacable, lanzando el dardo del ejemplo, la flecha flamigera del detalle de aquel recuerdo, la tortura mordiente de la anécdota... Errores del pasado que, implacables, vuelven ahora a pedir cuentas.
Frente a ellos no pueden defenderse mis peones: ni siquiera los saco a luchar a la llanura en la que debería desarrollarse la batalla. Los recuerdos que podrían oponer como defensa se licuan entre sus manos, las anecdotas están carcomidas y se deshacen al sacarlas del almacén de olvidos donde languidecían... La materia de las que están hechas no resisten la intemperie en la que se desarrollan estas batallas; están hechas para conservarse con mimo y cuidado, para contemplarlas y acariciarlas en la intimidad de dos, hechos pareja, tal vez a la luz de la lumbre, de la luna incluso. Pero no sirven para ser blandidas.
Como en el Risk, el ejercito de incomprensiones, afrentas, silencios, obcecaciones, y desatenciones avanza implacable, lanzando el dardo del ejemplo, la flecha flamigera del detalle de aquel recuerdo, la tortura mordiente de la anécdota... Errores del pasado que, implacables, vuelven ahora a pedir cuentas.
Frente a ellos no pueden defenderse mis peones: ni siquiera los saco a luchar a la llanura en la que debería desarrollarse la batalla. Los recuerdos que podrían oponer como defensa se licuan entre sus manos, las anecdotas están carcomidas y se deshacen al sacarlas del almacén de olvidos donde languidecían... La materia de las que están hechas no resisten la intemperie en la que se desarrollan estas batallas; están hechas para conservarse con mimo y cuidado, para contemplarlas y acariciarlas en la intimidad de dos, hechos pareja, tal vez a la luz de la lumbre, de la luna incluso. Pero no sirven para ser blandidas.
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