En el Juzgado
Me han esperado a la puerta del Juzgado mientras aparco;  entramos los tres juntos. El abogado le dice a ella que tiene que pasar por los  detectores y comienza la frase oportuna para recordarme a mi que también puedo  entrar con él por el acceso de abogados. La acompa?o por el acceso general para  que no tenga que ser sólo ella la que pase por ahí. Me quitan el móvil porque  lleva cámara (me lo dieron la semana pasada en la empresa). Bueno, casi que  mejor así, para no tener mas ocasiones de ponerme nervioso con asuntos del  trabajo entrometidos en esta situación.
 
Somos los terceros, pero nos toca esperar casi una hora:  empieza tarde porque la jueza no ha llegado. Van llegando a goteo grupos de  jueces o fiscales hispanoamericanos que deben de estar de visita por los  juzgados espa?oles para aprender algo; conforme llegan los van pasando a la sala  de vistas. Una de ella dice que son venezolanos.  
 
Esperando me leo casi todos los carteles de los  tablones. Empiezo a ponerme nervioso. Fernando, ?sabes lo que estas a punto de  hacer, no? vas a decir que estás de acuerdo con la demanda de separación que ha  presentado tu mujer. Y con el convenio regulador que firmaste el 23 de marzo  pero que lleva fecha de 9 de marzo, una ficción que permite pasar por encima,  incluso olvidar, lo que ocurrió entre esas dos fechas, lo que ella te dijo -te  chilló- por teléfono, la amenaza real de ruptura de todos los vínculos entre  vosotros... 
 
Si, si que sé lo que voy a hacer, ya lo comprendo, ya lo  asumo. Aun me duele.
 
Nos preguntan antes de pasar si vamos a ratificarnos  juntos o por separado. Pasaremos juntos. No han venido los ni?os: en este  juzgado se saltan la ley a la torera y pese a lo terminante de la misma que  obliga a que el juez oiga a los mayores de 13 a?os, aquí lo sustituyen por un  papel firmado por ellos: mejor para todos (supongo que en el juzgado no lo hacen  por psicología, sino por el principio televisivo de 'si hay que ir se va, pero  ir pa'na es tontería'). 
 
El abogado nos adoctrina sobre las posibles pegas que  serían achacables a nuestro convenio y lo que habría que decir si el fiscal  alude a ellas.
 
Empiezan a pasar los citados. La primera pareja no es  tal: sólo hay una mujer que entra con su abogado. La segunda pareja si está  presente, pero ella ya se ha encargado de hacer saber a todos los que  esperábamos que iban a pasar por separado, bien alto y rotundo, igual que nos  enteramos que tiene una vida por rehacer y que se ha dado cuenta de que liga  mucho mas de lo que ella misma se pensaba... (en realidad, por mucho que lo  intenta disimular con ropa vaquera/pija, camiseta ce?ida y gafas de sol de  colorines, sólo tiene media vida que  rehacer).
 
Nos llaman y pasamos a la sala. La jueza y la fiscal  entogadas en el estrado, dos sillas delante de ellas: la sala está preparada  tanto para bodas como para divorcios. Nos ense?a los autos y pide que  reconozcamos nuestra firma en el convenio regulador.  Le da la palabra a la fiscal, nada que  oponer dice. Nos pone a la firma un escrito en el que se recoge el  consentimiento a la separación, pero está mal redactado porque se han equivocado  de formulario y es de divorcio en vez de separación. Lo hago ver y nos dicen que  luego en secretaria se arregla. 
 
Como somos la primera pareja de la ma?ana que entra a la  liturgia del mutuo acuerdo, supongo que la jueza se siente en la obligación de  quedar bien ante su público, o tiene ganas de ense?arles como de guay se hacen  las cosas en el mundo civilizado, y cuando nos estamos levantando suelta  efusivamente (y además delante del micrófono) un "!Enhorabuena...?". Conforme lo  está diciendo me mira, se da cuenta de mi cara de asombro y escepticismo y  termina su frase ya menos efusivamente "...por el convenio que han  alcanzado.".
Afuera, el abogado se congratula de que la fiscal no haya puesto pegas. En quince días tendremos la sentencia, dice.

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