Tomar decisiones
El Viernes tomé mi decisión de dejar de hacerme ilusiones.
En una reunión del trabajo de hace unos días estábamos desarrollando con un grupo de compañeros la competencia de "Tomar Decisiones", su contenido (una definición consensuada) y las conductas del día a día que la evidencian y permiten valorar si una persona lo hace correctamente:
* Anticipa situaciones
* Toma decisiones a tiempo
* Reúne información antes de decidir
* Plantea alternativas y las valora
* Se hace responsable del resultado ... (y otras más)
Al plantearme alternativas, y con la información vivida en los últimos tres meses, me imaginé a mi mismo llegando a casa y recibiendo la alegría de mis hijos y una sonrisa, un gesto de bienvenida, un rictus de aceptación por parte de ella. Idílico?. Este es el engañabobos al que ahora me aferro, una vez que se evidencia la rotura del que hasta ahora he adorado (como un ídolo de barro, caído), el de que podríamos seguir manteniendo con normalidad la convivencia bajo el mismo techo.
Esa alternativa de la convivencia, por la tensión que en ella genero ahora (así lo calificó ella, no odio, dijo, sino tensión) podría terminar (iba ya camino avanzado) en la pérdida de respeto, no consciente, no llevado por la razón sino por la pasión del corazón roto. Quiero luchar por no llegar a frases como las que ayer tronaban en el Blog de Mormuria (lo entiendo a él, lo respeto, y me duele por él).
Dejarse llevar por la situación actual sin tomar una decisión era abandonarse de forma imprudente hacia un futuro que refuto. Acepté llevar adelante la separación porque en Julio, cuando me lo planteó, me ofreció una vida convivida (no compartida, pero, al menos, cerca de ella...): Empezado ese camino, con un horizonte complaciente (podría haber sido peor, pensaba), tomar ahora la decisión de volver atrás y empezar otro (el contrario, precisamente) cuesta mucho, pero cuando llegas a la consciencia de lo que está ocurriendo y adonde te lleva, hay que tomarla.
En una reunión del trabajo de hace unos días estábamos desarrollando con un grupo de compañeros la competencia de "Tomar Decisiones", su contenido (una definición consensuada) y las conductas del día a día que la evidencian y permiten valorar si una persona lo hace correctamente:
* Anticipa situaciones
* Toma decisiones a tiempo
* Reúne información antes de decidir
* Plantea alternativas y las valora
* Se hace responsable del resultado ... (y otras más)
Al plantearme alternativas, y con la información vivida en los últimos tres meses, me imaginé a mi mismo llegando a casa y recibiendo la alegría de mis hijos y una sonrisa, un gesto de bienvenida, un rictus de aceptación por parte de ella. Idílico?. Este es el engañabobos al que ahora me aferro, una vez que se evidencia la rotura del que hasta ahora he adorado (como un ídolo de barro, caído), el de que podríamos seguir manteniendo con normalidad la convivencia bajo el mismo techo.
Esa alternativa de la convivencia, por la tensión que en ella genero ahora (así lo calificó ella, no odio, dijo, sino tensión) podría terminar (iba ya camino avanzado) en la pérdida de respeto, no consciente, no llevado por la razón sino por la pasión del corazón roto. Quiero luchar por no llegar a frases como las que ayer tronaban en el Blog de Mormuria (lo entiendo a él, lo respeto, y me duele por él).
Dejarse llevar por la situación actual sin tomar una decisión era abandonarse de forma imprudente hacia un futuro que refuto. Acepté llevar adelante la separación porque en Julio, cuando me lo planteó, me ofreció una vida convivida (no compartida, pero, al menos, cerca de ella...): Empezado ese camino, con un horizonte complaciente (podría haber sido peor, pensaba), tomar ahora la decisión de volver atrás y empezar otro (el contrario, precisamente) cuesta mucho, pero cuando llegas a la consciencia de lo que está ocurriendo y adonde te lleva, hay que tomarla.
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